jueves, 14 de junio de 2007

LLÁMENLO AMOR, SI QUIEREN


Por: Miguel Godos Curay

Freud decía que el amor es el más grande de los espejismos. En Grecia se consideraba impropio de los varones descontrolarse, suspirar y gemir de amor. Los arrebatos pasionales eran propios de las mujeres por eso en el teatro predominaban las heroínas. El marqués de Sade, en su Filosofía en el tocador, se interrogaba: ¿Qué es el amor?. ¿Cuál es ala base de ese sentimiento?.El deseo. ¿ Cuáles son sus consecuencias? La locura. De verdad os digo –se respondía. Que no hay amor que pueda resistir los efectos de una reflexión sana. El poeta Charles Baudelaire asegura que el amor se parece a la tortura o a una intervención quirúrgica.
El enamoramiento para Platón es una “locura divina” y equivale a adoración, idolatría, infatuación, prendamiento, suspirar por, morirse por, arder por, apasionarse, embelesarse, templarse. Durante la Edad Media se consideraba al amor como un deseo devorador y como un pasión sexual irresistible a la que comúnmente se denomina arrechura del latín “arrectus”, participio de “arrigiere” que equivale a erizar o enderezar. Arrecho significa tieso, erguido, arrogante. Fernando Corripio, registra, “arrechucho”, para referirse al que por indisposición pasajera no puede permanecer en pie. Para Hevellock Ellis el enamoramiento no es otra cosa que: “sexo mas amistad”.
El amor apasionado es propio de los adolescentes pero se considera poco serio en un hombre adulto. El amante olvida cuanto le rodea, no ve no oye, ni siente, sino es al objeto de su amor. En La Celestina, la tragicomedia de Fernando de Rojas, el criado Sempronio le dice a su enamorado amo Calisto:“El amor ve con lente de aumento, por lo que poco parece mucho, y lo pequeño grande...” De acuerdo al razonamiento, la única manera de matar las pulgas de Calisto es acostarse con Melibea. Para que “saciado ..aborrezcas cuanto ahora la amas y la mires...con otros ojos libres de engaño”. El amor es ciego. Jacinto Benavente señala: Por obra del amor concedemos a los demás cualidades que en verdad no poseen y nos sentimos compulsivamente obligados a mostrar lo que no tenemos. No hay amor despojado de pasión. La pasión es la atracción del cuerpo, es una arrebato que tiene la contundencia de un flechazo. Las pasiones se tornan en adicciones y se extinguen por saciedad a la que sobreviene el aburrimiento.
El mapa del amor es ilusorio y en el no aparecen los defectos de la persona amada. Es en cierta forma un autoengaño. Los enamorados ven a su amada no como es sino como desearían que fuera. Por eso la ceguera erótica o amorosa se parece al fanatismo religioso o político, al cierre de mente de los ecologistas rabiosos y pajeros. El amor desaparece con la desilusión. El amor como don Quijote –señala Benavente- recobra el juicio al instante de morir. Refiere el poeta Eduardo Chirinos que presa de desolación amorosa le pidió a su buen amigo José Antonio Mazzotti una fórmula para olvidar a una hembrita de esas que te rompen el corazón. Mazzotti, espetó la siguiente frase: “imagínatela cagando”. “Debo confesar que dicha posibilidad me llenó de ternura. De ternura y también de gozo: imaginármela desnuda sobre el frío y desinfectado inodoro...” Eduardo Chirnos, dixit.
El amor se extingue por la desilusión que equivale a la muerte misma. También por la traición, el maltrato o el desencanto. Una amiga, al segundo año de matrimonio, reveló el siguiente testimonio: “ Cada noche, cuando miro al extremo de la cama, no puede creer que este hombre de panza desbordada, sea el mismo que me volvía loca años atrás”. Otro, reveló: Me parece mentira que mi barbie adorada se haya convertido en esa gorda de ronquidos insoportables. No la soporto, ni sus diarias y puntuales flatulencias irrespirables”.
Cuando las pasiones se encaminan maduramente se convierten en ternura que equivale a la piedad o a la misericordia de la caridad cristiana. La ternura inunda de luz el amor romántico porque lo vuelve trascendente. Hay una ternura femenina de la madre y una ternura paterna del que alimenta y sostiene. El amor conyugal cuando se llena de ternura marital se torna indestructible. Psicólogos y educadores sostienen que los niños bienamados llegan a ser adultos sin inseguridad afectiva.
Para Ortega y Gasset el cariño marital tiene como ingredientes: la simpatía mutua, la fidelidad, la adhesión e intercambios de estima y la benevolencia de aceptarnos tal como somos. De la ternura brota, como agua cristalina en un manantial, la amistad que se sostiene en el amor. No hay amistad sin confianza, sin confidencia y sin desinterés. No hay duda. El amor mueve el mundo. El amor dura realmente cuando se convierte en redescubrimiento y cuando a toda costa se evita la perdida de atractivo del cuerpo que envenena las pasiones y acaba por aniquilarlas. Marx, en 1865, escribió a su mujer Jenny : “ Te quiero, pero no con el amor al proletariado, sino el amor a ti, amor que vuelve a convertir al hombre en hombre. Dónde podré encontrar un rostro como el tuyo en el que hasta las arrugas me hagan evocar los más grandes y dulces recuerdos de mi vida.” (13 de febrero del 2005)

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